Con la pena (verguenza) de no comentar la mágnifica foto que hizo David en Zipaquirá, me salto lo trascendente y me voy a lo que voy: a reirnos en la medida de los posible. (oye David, las fotos demasiado buenas las pones en tu blog propio porque me siento superada)...
La Catedral de Sal de Zipaquirá es una de las cosas más bellas que hemos visto (no, no, no, no!). Lo propios mineros la hicieron con mucho tesón y es que muchos colombianos son unos tesos. Está considerada como una joya arquitectónica de la modernidad. El recorrido se hace en las catorce estaciones del Via Crucis y tiene algunas maricadas como un par de tuneles en el que tu has de escoger el caminó según te consideres: pecador, poco pecador o beato. A mí no me pregunteis por dónde pasé, obviamente ya estoy casada con lo cual no somos pecadores, aunque no nos hayamos casado en esa catedral dónde sólo lo hacen la gente con ganas y con plata. En serio que merece la pena visitarlo, uno piensa que va entrar en La Gruta de las Maravillas (en Aracena, España) pero este lugar tiene más valor: los mineros que abajo posan con doña Paky se encargan del mantenimiento.
Pero el cuento (er totá, en gerenero)es que esa joya de sal (hasta los bautismos se hacen con agua salina para que no se estropee la piedra) fue desbancada por la que os está escribiendo por su modo de hablar cuando fue descubierta por una excursión de niños. Y para qué contar cuándo se encontraron con un irlandés -de verdad- y más adelantico con David. Adultos de pelo en pecho quisieron fotografiarse con nosotros, por lo que nos sentimos una atracción de feria y nos pusimos un poco en el pellejo de personas que a diario son fotografiadas por turistas.
domingo, enero 14, 2007
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