Ajado puede estar para muchos estos recuerdos mas no para mí, que los he vivido con toda la intensidad de mi alma. El viaje a Cartagena con Marian y David me dieron la oportunidad de vivir de nuevo un poquito en la ciudad colonial más visitada de este mi segundo país. La anécdota fue Rómulo Bustos, poeta local al que quise conocer y no pude. Cada vez que sonaba el celular siempre era nuestro amigo Rómulo. A cambio conocí a Rafa, de la librería Ábaco, un animal antiguo según él y un cielo aún siendo costeño según mis ojos y mi corazón (qué culpa tiene él de que todas las niñas seamos lindas einn, ajá). A estas alturas ya será papá...
Estuvimos en una casa donde los desayunos son los reyes y pasamos muchísima calor pero no importó porque Cartagena siempre te embelesa. Las islas del Rosario fueron todo un descubrimiento, de nuevo el mundo submarino, los peces, la soledad más absoluta, el caribe, la dicha más completa...
Bueno, no es completa si no apunto que Marian y yo volvimos a Medellín sólo para alistarnos para ir al Caribe más azul, al más lindo (sigue en competencia con Sapzurro) o sea a la divina Providencia, donde nos esperaba lo mismo que cuando llegué con Karmentxu y Mireya pero con el aliciente de que ya sabes que tienes qué hacer y que no. En esta ocasión no sólo fue Sossa, sino también Martín, el chef y, por supuesto, Velasco. Allí conocí también a un hombre de cuya sonrisa jamás me voy a olvidar....Rosendo, orondo, carbón, pero de lo más vivo. Ayyyy, volveré lo sé.
Mientras tanto, que espere Cayo Cangrejo, las muelas que no pude comer, el sitio de Richard, el Ghetto y la playa de Suroeste, donde me pico una raya, afortunadamente el último día. Porque de ir, como dicen acá, voy. Es decir, vuelvo. Al paraíso de las soledades bajo el agua.
Fueron días hermosos y extraños a la vez, de esos que no se olvidan. Pero ante todo, fueron días lindos, siempre vienen cosas peores en la vida. Y estas no son las peores. Y el júbilo, como dice mi blog, no se debe congelar.
Estuvimos en una casa donde los desayunos son los reyes y pasamos muchísima calor pero no importó porque Cartagena siempre te embelesa. Las islas del Rosario fueron todo un descubrimiento, de nuevo el mundo submarino, los peces, la soledad más absoluta, el caribe, la dicha más completa...
Bueno, no es completa si no apunto que Marian y yo volvimos a Medellín sólo para alistarnos para ir al Caribe más azul, al más lindo (sigue en competencia con Sapzurro) o sea a la divina Providencia, donde nos esperaba lo mismo que cuando llegué con Karmentxu y Mireya pero con el aliciente de que ya sabes que tienes qué hacer y que no. En esta ocasión no sólo fue Sossa, sino también Martín, el chef y, por supuesto, Velasco. Allí conocí también a un hombre de cuya sonrisa jamás me voy a olvidar....Rosendo, orondo, carbón, pero de lo más vivo. Ayyyy, volveré lo sé.
Mientras tanto, que espere Cayo Cangrejo, las muelas que no pude comer, el sitio de Richard, el Ghetto y la playa de Suroeste, donde me pico una raya, afortunadamente el último día. Porque de ir, como dicen acá, voy. Es decir, vuelvo. Al paraíso de las soledades bajo el agua.
Fueron días hermosos y extraños a la vez, de esos que no se olvidan. Pero ante todo, fueron días lindos, siempre vienen cosas peores en la vida. Y estas no son las peores. Y el júbilo, como dice mi blog, no se debe congelar.
1 comentario:
bellas, muy bellas las dos. Que luagar mas bonitooooo.,un saludo paqui desde Venezuela. jaidi
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