Y los que nos abrieron las puertas a esa felicidad que todo ser humano debe experimentar, son Jorge Arturo y Lily, que nos sacaron de la cutre-cabaña que habíamos alquilado para meternos en una de las mejores casas de la villa.
Y Pablo, ese paisa, como David, que con el paso de los días se volvió del color de los morochos y no precisamente por tomar el sol, que es lo que menos hacíamos, sino porque se mezclaron con los nativos como si hubieran nacido allí. "Se lo tragó la manigua", me dijo un día un hombre cuando buscada a David por la playa...La manigua, la selva.. parte del encanto de ese tesoro al que, sin excusas, hay que ir. Claro, ya sé que hay que estar en Colombia. Pero aquí tenéis a dos amiga. Lo demás, es cuestión de llamar a Iberia
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